Cuando leo un libro siempre pienso a quién le puede servir o a quién se lo voy a recomendar, pero cuando leí éste sentí la necesidad de mostrárselo a todo el mundo porque nos hace detenernos a pensar y está muy de acuerdo a lo que trato de aplicar en mi vida y me ha servido.
La felicidad es una decisión cotidiana. No tiene que ver con los logros o con los problemas que podamos o no estar teniendo, sino que con los filtros que hagamos de lo cotidiano. Si al final del día filtro las luces rojas, la gente que no llegó a mi consulta, la que no me pagó, todas las cosas que no resultaron, las tonteras que mis hijos hicieron en el día… y las que hice yo. Probablemente, al final del día tendré que concluir que el día no sirvió. Y si eso lo hago durante mucho tiempo, podría decir que no soy feliz. Por el contrario, si desde temprano en la mañana comienzo a agradecer la temperatura de la ducha, el olor a pan tostado, las luces verdes del semáforo (que ocurren al igual que las rojas), la gente que sí llegó a mi consulta, la gentileza de una cajera en el supermercado, los gestos cariñosos que tuvieron mis hijos… Podré decir que fue un buen día y si eso se filtra todos los días, seguramente diré que soy feliz.
Así como el amor es mucho más que un sentimiento, la felicidad es mucho más que un estado: es una elección. Y según una investigación que realicé durante el año 2006, la única diferencia que había entre alguien feliz e infeliz, era la actitud con la cual esa persona enfrentaba lo que le tocaba vivir. Al parecer, esa es nuestra máxima libertad: la actitud con la cual enfrentamos todo lo que nos toca vivir.
Si tengo que hacer el aseo en mí casa y no me gusta hacerlo, tengo dos opciones: lo puedo hacer a patadas o lo puedo hacer cantando. Ahí está mi elección cotidiana frente a todo lo que hago y… ¡depende sólo de mí! Entonces, ser feliz no tiene nada que ver con lo que tengo o con lo que me gustaría tener, no se relaciona con lo que me ha pasado en la vida, con cuanto haya sufrido o me hayan hecho sufrir. Al final, ser feliz tiene que ver con mi forma de entender lo vivido, con lo que aprendí de ello. No puede ser que, en la realidad chilensis, si alguien llega cantando o muy contento a su trabajo en la mañana, la gente de la oficina le haga bromas y tallas del tipo “ayer le tocó”… ¡Cómo será de raro andar contento que tiene que haber pasado algo raro para justificar lo feliz que uno puede haber elegido andar, simplemente porque así lo decidí aunque tenga problemas!
Todo parece vivirse como un karma, en el sentido de un gran peso, castigo: trabajar parece ser una gran tragedia y no hacerlo también. Damos “Gracias a Dios que es viernes” como si nos enfrentáramos a una tortura de lunes a viernes y al paraíso el fin de semana. ¡Y muchas veces también reclamamos cuando estamos en familia y esperamos el lunes ir a trabajar! Son bien conocidas las del fin de semana y las crisis familiares que se viven en las vacaciones, porque nuestra actitud no ha cambiado. Estemos en Cancún o en un río en el Cajón del Maipú, si no tenemos la actitud de disfrutar, nada ocurre: todo es una lata porque parece ser un gran esfuerzo.
(Extracto textual del libro “Con el Coco en el diván” de Pilar Sordo y Coco Legrand, pag. 156,157,158).
Bien, después de leer esto se me ocurrió el siguiente silogismo:
Todas las personas podemos ser felices
Somos personas
Conclusión: Podemos ser felices.
Estimados lectores de tiroaltiro, sé que cada uno concluirá algo diferente pero los invito a que cambiemos la cara y la actitud frete la vida, regalemos sonrisas, regalemos alegría, regalemos buena onda y aceptémoslas también (si todos hiciéramos lo mismo, podría haber un mundo diferente), dejemos de ser tan graves, aprendamos a disfrutar de las cosas simples y a mirar la vida con optimismo, pensemos que de cada situación poco agradable, podemos sacar algo positivo.
Creo que de repente hay que detenerse, respirar profundo y agradecer las cosas simples y bellas que “la vida nos regala” en cada momento…
La felicidad es una decisión cotidiana. No tiene que ver con los logros o con los problemas que podamos o no estar teniendo, sino que con los filtros que hagamos de lo cotidiano. Si al final del día filtro las luces rojas, la gente que no llegó a mi consulta, la que no me pagó, todas las cosas que no resultaron, las tonteras que mis hijos hicieron en el día… y las que hice yo. Probablemente, al final del día tendré que concluir que el día no sirvió. Y si eso lo hago durante mucho tiempo, podría decir que no soy feliz. Por el contrario, si desde temprano en la mañana comienzo a agradecer la temperatura de la ducha, el olor a pan tostado, las luces verdes del semáforo (que ocurren al igual que las rojas), la gente que sí llegó a mi consulta, la gentileza de una cajera en el supermercado, los gestos cariñosos que tuvieron mis hijos… Podré decir que fue un buen día y si eso se filtra todos los días, seguramente diré que soy feliz.
Así como el amor es mucho más que un sentimiento, la felicidad es mucho más que un estado: es una elección. Y según una investigación que realicé durante el año 2006, la única diferencia que había entre alguien feliz e infeliz, era la actitud con la cual esa persona enfrentaba lo que le tocaba vivir. Al parecer, esa es nuestra máxima libertad: la actitud con la cual enfrentamos todo lo que nos toca vivir.
Si tengo que hacer el aseo en mí casa y no me gusta hacerlo, tengo dos opciones: lo puedo hacer a patadas o lo puedo hacer cantando. Ahí está mi elección cotidiana frente a todo lo que hago y… ¡depende sólo de mí! Entonces, ser feliz no tiene nada que ver con lo que tengo o con lo que me gustaría tener, no se relaciona con lo que me ha pasado en la vida, con cuanto haya sufrido o me hayan hecho sufrir. Al final, ser feliz tiene que ver con mi forma de entender lo vivido, con lo que aprendí de ello. No puede ser que, en la realidad chilensis, si alguien llega cantando o muy contento a su trabajo en la mañana, la gente de la oficina le haga bromas y tallas del tipo “ayer le tocó”… ¡Cómo será de raro andar contento que tiene que haber pasado algo raro para justificar lo feliz que uno puede haber elegido andar, simplemente porque así lo decidí aunque tenga problemas!
Todo parece vivirse como un karma, en el sentido de un gran peso, castigo: trabajar parece ser una gran tragedia y no hacerlo también. Damos “Gracias a Dios que es viernes” como si nos enfrentáramos a una tortura de lunes a viernes y al paraíso el fin de semana. ¡Y muchas veces también reclamamos cuando estamos en familia y esperamos el lunes ir a trabajar! Son bien conocidas las del fin de semana y las crisis familiares que se viven en las vacaciones, porque nuestra actitud no ha cambiado. Estemos en Cancún o en un río en el Cajón del Maipú, si no tenemos la actitud de disfrutar, nada ocurre: todo es una lata porque parece ser un gran esfuerzo.
(Extracto textual del libro “Con el Coco en el diván” de Pilar Sordo y Coco Legrand, pag. 156,157,158).
Bien, después de leer esto se me ocurrió el siguiente silogismo:
Todas las personas podemos ser felices
Somos personas
Conclusión: Podemos ser felices.
Estimados lectores de tiroaltiro, sé que cada uno concluirá algo diferente pero los invito a que cambiemos la cara y la actitud frete la vida, regalemos sonrisas, regalemos alegría, regalemos buena onda y aceptémoslas también (si todos hiciéramos lo mismo, podría haber un mundo diferente), dejemos de ser tan graves, aprendamos a disfrutar de las cosas simples y a mirar la vida con optimismo, pensemos que de cada situación poco agradable, podemos sacar algo positivo.
Creo que de repente hay que detenerse, respirar profundo y agradecer las cosas simples y bellas que “la vida nos regala” en cada momento…
2 comentarios:
y el link para bajar el libro seríiia????........
o el autor para poder buscarlo???
El libro se llama "Con el coco en el diván" (ahí dice) de Pilar Sordo y Coco legrand. oye, lo venden hasta en la calle...
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